Mi vecino Boris
Una narrativa que refleja la constante escucha de mi vecino durante casi un año durante el encierro por el co bicho. Este es un relato vivo ya que constantemente se actualizan los hechos.
No sé mucho de él, pero todos los días lo escucho.
Sé que sale a trabajar alrededor de las ocho de la mañana porque azota la puerta del garaje seguido del sonido del arranque de su motocicleta; después, observé que no salía a trabajar, si no que llevaba a sus hijos al colegio.
Sé los nombres de las criaturas porque todos los días, en atardecer, salen a la calle que da a mi casa a jugar, y sin importar que tan cerca esté Boris del niño y la niña, grita sus nombres, haciendo que la calle en si sea una bocina y hace que el sonido de su voz retumbe mi ventana.
Boris es un hombre alto, robusto que siempre lo veo mal encarado. Siento que no está viviendo la vida que el querría. Normalmente está afuera de su casa junto a la niña y al niño mientras que su esposa y su suegra permanecen dentro.
Tenemos la teoría de que la suegra de Boris, fraternalmente apodada Tía Pachas, ha de estar como la mamá de Norman Bates, siendo un cadáver postrado en el sillón mientras alguien le cepilla el cabello, la viste y le lleva una bandeja de comida a su habitación y la retiran hasta que se pudra; porque hace un par de años que no la vemos, ni siquiera se asoma a caminar ni platica con la vecina de enfrente.
Sin embargo, esa teoría no se descartó ni se confirmó al enterarnos de la muerte de Tía Pachas hace un año.
Trato de no pensar mal de él, pero irrita mi calma matutina. Sin embargo, es alguien que me llama la atención, pero lo que más resuena en mi cabeza, es que no sé su nombre.
El nombre de Boris surgió en mi familia por la película de “Hombres de negro 3” donde el villano es un alienígena boglodita llamado Boris, y Will Smith le dice:
-¡Hey!, ¡Boris el animal!
-¡Sólo dime Boris!
Al principio del encierro por el COVID, cuando la mayoría del mundo estaba asustado, le aplaudían al personal de salud desde su ventana y hacían retos de internet para pasar la semanas de encierro, las calles eran tranquilas, incluso el cielo era más azul. Pero tres semanas después Boris y sus criaturas se adueñaron de la calle y comenzaron a perturbar mi calma. Recientemente descubrí que Boris es un vendedor ambulante. Coloca su vieja combie roja sin placas a fuera de nuestra colonia y abre la cajuela con su mercancía. Vende cubre bocas pero él es el último en usarlo.
De alguna manera encontré interesante especular a cerca de la vida de los vecinos. ¿Chismosa yo? para nada, en primera, sólo soy una licenciada en chisme, y en segunda, si las demás personas no quieren que nos andemos enterando de sus intimidades no deberían de contar anécdotas a tan alto volumen de voz; yo solo estoy en mi cuarto y cuando los oigo platicar apago mi música y quedo atenta a lo que se requiera.
Suele estar en la calle que da a mi casa haciendo que mis perritas se alteren y ladren gran parte del día. Su voz resuena por toda la calle. Un día lo escuché decir:
-Me dicen que baje mi voz pero ¿cómo quieren que lo haga si así es mi voz
-Callándose el hocico- Le respondí en mi propia cabeza
Todas las mañanas, a las ocho, prende su vieja combi roja sin placas y el volumen del motor se asemeja a la voz de Boris, lo único que no se parece a él es el olor de la gasolina el cual penetra por mi ventana… u honestamente no sé si el olor también se asemeje a él porque no he estado tan cerca como para olerlo, en fin. Otras veces, saca un banco y se pone a platicar con algún amigo suyo junto a su vieja combi roja sin placas y su bochito negro sin placas. Se pasan horas conversando hasta que la noche deslumbra.
Una ocasión me asusté porque escuché que la esposa de Boris estaba alterada, un hombre estaba amenazándolo en la calle de la colonia
-¡Abre la reja!-
-Sí, si, tranquilo, la voy a abrir-
-¡Dame la llave!-
-Niños, métanse a la casa-
¿Qué pasó? No tengo idea, sólo escuché que aquel hombre misterioso cruzó en frente de mi casa pues sus pasos hicieron acorde con el sonido de las llaves.
Cuando salgo a hacer algún mandado me saluda de manera muy cortés. Dicho sea de paso, cada que salimos a la calle él sale casi de inmediato o casualmente ya estaba fuera. Es extraña tanta coincidencia, porque a penas y vemos a los vecinos aledaños.
En la semana santa del 2022, salí a pasear en bicicleta con mi papá. Se nos hizo un poco de noche por ir a la tienda, pero al llegar a mi casa vi un camión en la puerta de mi casa, pensé “algo se incendió y vinieron los bomberos”, me asusté tanto que tiré mi bicicleta al piso para ver si mi mamá estaba bien. Al final, sólo era Boris y otros vecinos, ayudando a mi mamá a abrir la tapa del garaje para poder meter la pipa de agua a la cisterna y llenarla de agua, ya que en estas fechas el gobierno regula el suministro agua y a veces las casas se quedan sin sustento (¿por qué? No tengo idea ¿algo medioambiental? quizá, ¿políticas de dudosa procedencia? muy probablemente).
A causa de los temblores que suelen haber en la Ciudad de México, los adoquines se habían torcido y trabaron la tapa, así que estuvieron al rededor de una hora en tratar de abrirla:
-Si quieren déjenlo así, y si nos hace falta agua avisamos- dijo mi mamá
-Ese no es el problema, si no que ya nos picamos con querer abrirlo, es como un ¿cómo no voy a poder?- respondió Boris con la urgencia masculina de sentirse un súper héroe.
Mi madre, siendo doctora en arquitectura, Boris la molesta y minimiza sus méritos al apodarle con una profesión que no correspondía, la llamaba ingeniera, no le importaba que mi madre le recalcara que estaba en un error, Boris siguió con su incómodo juego. Al final, le volteó la broma con sutil reclamo diciéndole:
-Oye ¿Por qué no pones a jugar a tus hijos en la azotea en vez de la calle? Allí están más seguros, no hay coches que los puedan atropellar.
-No, no, no, es que está peligrosa la azotea- y procedió a dar una excusa de construcción que honestamente no entendí
Cuando lograron abrir la tapa, la cisterna estaba llena de agua, por ende no necesitábamos que la rellenaran con la pipa, y que también fue inútil romper el piso de mi garaje, pero para lo que sirvió esta experiencia, fue para que Boris intentara demostrar su virilidad ante un grupo de hombres y a mi madre.
Boris tiene dos perros que cada que abre la puerta de su casa salen corriendo a la calle haciendo semejanza a su dueño. A veces los perros están a punto de ser atropellados por los coches tratando de estacionarse y si no es porque nos detenemos, Boris no les llama a los perros. Un día, estaba por llegar a mi domicilio cuando el perrito más pequeño estaba afuera solo ladrando insistentemente hasta que Boris abrió la puerta y el can pudo ingresar a su residencia.
Últimamente, desde que las regulaciones de pandemia cesaron casi en su totalidad, su ruido en la calle han disminuido. Supongo que Boris trabaja en la Comisión Federal de Electricidad por el uniforme que trajo una vez, y porque mi rutina ha cambiado y salgo a trabajar. Sin embargo, no me libro de un par de riñas familiares; el otro día el niño le gritó a su padre:
-¡Abreme la puerta!
-¿Y dónde está tu hermana?
-Pues se fue corriendo porque salió con sus mamadas
Escuché por primera vez que la voz de Boris murmuró, hubo un silencio un par de minutos y procedió a retirarse en su motocicleta para luego volver a hacer su cotidianidad a las afueras de mi ventana.