Inseguridades de una joven enamorada
Escrito de aquella vez que sentí una atracción tan fuerte, que rozaba con el enamoramiento
Ella es una chica amable que ilumina la habitación con su sonrisa.
Sus pecas combinan con su risa.
Tiene el espíritu lleno de juventud.
Sus abrazos me hacen sentir que estoy en mi hogar cuando nadie más lo ha hecho. Y es algo que adoro.
Pero estoy celosa de ella.
Conozco a este chico que es líder de nuestro equipo de trabajo, es igual de joven que nosotras y es amigable con todas las personas que le rodean.
Su sonrisa ilumina la habitación, como la de ella.
Sus pecas combinan con su risa, como la de ella.
No me había sentido enamorada desde hace mucho tiempo, hasta que lo conocí. O eso creí.
No había escrito malos poemas de amor para alguien, hasta que lo conocí. Este, es uno de ellos.
Es mi primer trabajo formal, es decir, la primera vez que me pagan justamente. No quiero perderlo.
Si damos la mínima señal de atracción hacia alguien del equipo, nos despiden.
¿Pero cómo puedo lidiar con estos pensamientos si tengo que verlo todos los días trabajando con ella?
Me quiebra.
Siento que tengo trece de nuevo, cuando nadie me observaba porque siempre habían niñas más lindas que yo.
Ella es europea, es hermosa. Yo, soy mexicana. Creo que soy bonita, o por lo menos en el rango de lo normal. Aunque a veces quisiera ser más bonita.
-Ella tiene una vibra que me encanta- Él me dijo una vez
Mi adolescencia tiene un constante recuerdo de un chico del que alguna vez dije haber estado enamorada -¿cómo puedo ser novio de una niña gorda y fea?
Esas palabras llegaron a perseguirme diez años más tarde, en esta sala, mientras lo veo riendo con ella.
Creí aquella oración hasta que llegué a la universidad y muchos jóvenes me pretendían. Erróneamente, pensé que esa era mi belleza.
Abusé de ese poder que me había auto concedido, e hice que todo terminara.
Dejé de disfrutar porque noté que salía con ellos porque ellos me amaban primero, pero yo no.
Salía con ellos para no sentirme sola y estar románticamente acompañada. Para sentirme bonita.
Cuando me di cuenta de eso, todas mis relaciones tuvieron el mismo patrón. Me quebré. Jamás había salido con alguien al que yo amara primero.
Ellos siempre daban el primer paso, nunca yo.
Así que empecé a vivir por mi cuenta, a amarme en serio, a querer a las demás personas. Nunca había sido tan feliz.
Las cosas cambian ¿sabes? A veces conoces personas, a veces no.
Honestamente, me siento como en la secundaria: sobre pensando los sentimientos de las demás personas sin preguntarles lo que verdaderamente piensan.
Escenarios melodramáticos en donde nuestras rupturas amorosas son presentadas. Qué cansado.
También trabajamos con infantes, menores de once años.
Tengo a esta nueva niña en mi grupo que solía estar con ella:
-¡Odio este lugar!, ¡Quiero regresar con ella!- Me gritaba con frustración
Esta bella niña siempre quiere abrazarla cada vez que la ve.
Me pregunto, si él piensa lo mismo.
He optado por azotar una liga plástica en mi muñeca cada que los celos inundan mis pensamientos y así, poder controlarme. Funciona.
Él usa una pulsera que ella le regaló. Colores perlados que iluminan su humeante piel.
Incluso, combinan sus prendas sin siquiera planearlo.
Ríen mientras comparten alimentos.
Caminan juntos hacia el autobús mientras siguen riendo en el silencio del bosque.
Pocas veces ríe conmigo. Suele responder mis preguntas sin hacer una verdadera conversación… o, eso es lo que siento.
Suelo confundir amabilidad con coqueteo. Cómo odio ese sentimiento.
Hoy en el trabajo, nos pidieron servir la comida. Ella, tuvo la pizza más popular entre el personal: barbecue. Yo, di la pizza menos aclamada: queso.
Me pregunto, si eso nos pasa en otros aspectos de su vida, si ella suele ser barbecue y yo queso.
Adoro trabajar junto a él. Ilumina mis mañanas y noches antes de irme a casa… o por lo menos, antes de que ella llegara.
Hablamos diferentes idiomas. Pocas veces nos entendemos pero siempre nos reímos cuando no nos entendemos. Sonreímos con vergüenza y tontera.
Aprendemos de nuestras lenguas y cultura así que nos involucramos en la vida del otro.
Solemos bromear mientras nos ayudamos en el trabajo.
A veces, le doy las cosas en su mano porque rozamos nuestras pieles suavemente.
-Tengo manos fuertes, rompo las cosas- Me dice mientras las migajas del pan caen entre sus dedos por accidente.
-Toca esto- me acerco a su espalda
-¿Qué es?
-Sudor
Lo golpeo suavemente en su hombro con disgusto mientras reímos.
Creo que su lenguaje corporal es coqueto, como la vez que fui a la bodega y el posó brevemente sus manos en mi cintura para poder pasar hacia el otro lado.
Realmente no sé si él lo ve de ese modo, o es un genuino malentendido cultural.
Más tarde, ese día, me pregunta
-¿Huelo bien?-
Por supuesto que sabía la respuesta, lo había visto ponerse loción momentos atrás.
Pero necesitaba una excusa para estar más cerca de su pecho, de los latidos de su corazón, aunque en realidad, sólo oía los mios.
Son raros los momentos en los que nos acercamos y hacemos que los segundos sean nuestros.
-¿Sabes?, cerca de los jardines de mi casa encuentro pelotas de golf. Ahora, las colecciono- Le comenté una ocasión
Me preguntó si podía darle alguna la siguiente vez que encontrara una. Acepté sin dudarlo a pesar de ser tacaña con mis tesoros.
Semanas más tarde, de camino a casa después del trabajo, me hundí pensando en él y encontré otra pelota
-Si encuentro otra, se la daré a él. Dejaré que la divinidad decida si debo darle una.
Al día siguiente, durante el trabajo, me acerqué con él y le dije
-¿Recuerdas que colecciono pelotas de golf?
-Claro. Y si encontrabas otra me la darías
Suavemente, abrí mi mano y extendí la segunda pelota que había encontrado el día anterior.
Me dio una sonrisa diferente, tierna, con una risa que escondía su niño interior. Inmediatamente, la guardó en su mochila-
En otro momento, me preguntó
-¿Te gusta mi cuerpo?
Mi primer pensamiento fue: ¿De dónde venían esas preguntas?
No podía decir que me gustaba su desastroso cabello a medio atar.
Su grande e instantánea sonrisa sonora.
Sus lentes llenos de ojos dolorosos con unas prominentes cejas
Sus delgados y venosos brazos fuertes con sus finas manos brutas.
Pero claro, que no podía decirle algo. Mi corazón latía tan fuerte que iba a dar una respuesta errónea.
Tenía un par de oraciones torpes en mis labios, pero le respondí muy académicamente:
-¿Sabes? todos los cuerpos son hermosos, pero la gente rellena, como yo, quiere ser más delgada, y la delgada quiere estar más rellena. Me he sentido increíble desde que acepté mi gordo cuerpo, he encontrado ropa que me quede mientras me está haciendo feliz y bella.
Él, sonrió con inseguridad en la pregunta que me había hecho.
-Me gustaría ser como antes- Respondió mientras extendía su celular con una foto de él a medio desnudar, que casualmente había visto previamente en sus redes sociales.
No me importó verlo, de hecho, tuve un grito ahogado mental que me remitió a mis años de secundaria y solo pude mostrar una sonrisa apretada.
¿Necesitaré decir todo lo que tengo en mi cabeza para hacerlo sentir mejor?
¿Debería decirle las razones por las cuales encuentro atractivo su cuerpo para que su corazón se aliviane? Decidí callar en ese momento
Eventualmente, todos mis pensamientos los afronté en voz alta ante él.
Recité un par de estrofas de una canción que nos gustaba a los dos:
Gracias por ser mi chico favorito
El que hace mi día
El único en el que pienso cuando despierto
y ser mi número uno
¿Pero de qué sirvió? si su sonrisa cambió cuando ella llegó a nuestra área de trabajo.
Ella dice que ama trabajar aquí, que le trae vida. Me pregunto si es por él.
Pasaban mucho tiempo juntos.
Mientras las demás personas tenían su propio espacio para comer en soledad, ellos compartían.
Cuando todos tenían un vaso con agua, él tomaba dos.
Y sus sonrisas se apagaron en el momento en el que decidieron tomar caminos distintos.