El olor de las jacarandas
Dos escritos para la misma persona con ocho años de diferencia. Podría decirse que es una poénicra (poema+crónica)
Te hice un poema, hace ocho años, o eso creo. Escribí desde la inocencia, con el cariño más puro y al son de los latidos de mis pensamientos. Sin censura ni una gramática adecuada.
Te escribí, desde el miedo que sentía al hablarte hasta prometerte amor eterno si tan sólo hubiera hecho algo más que verte a través de los pasillos. Tal vez, hubiera usado los latidos de mi corazón como altavoz de mis pensamientos, y cumplir las promesas que te hacía.
Pero me alegra decirle a esa joven enamoradiza de quince años, que más adelante iba a poder compartir varios momentos contigo.
Hoy puedo decir que el olor de las jacarandas me recuerda la vez que escupí café por tu chiste. Que para limpiarme mi cara, extendiste una servilleta que habías sacado de tu mochila, aclarándome que te la habías robado de un restaurante. Mientras, veía como tu rostro estaba enrojecido de risa a causa de mis lentes escurridos de leche.
El olor de las jacarandas me recuerda a tu sinceridad y anhelos compartidos con los míos; qué ganas de saborear las jacarandas con mis manos entrelazadas en tus rizos mientras hablamos de la vida.
El olor de las jacarandas me recuerda a la vez que me mostraste los bocetos de tus ideas, hechos con una pluma multicolor, mientras olíamos de nuestros dedos unas gotas de esencia de menta para que el sueño no le ganara a tu vigilia a pesar de habernos tomado un café.
El olor de las jacarandas me recuerda a los múltiples colores que vimos al atardecer en una pequeña colina rocosa junto a un cadáver de paloma y cómo nuestro silencio armonizaba con un intento de abrazo al despedirme de ti y ver cómo desaparecías en la noche iluminada por las luces del pavimento.
El olor de las jacarandas me recuerda a ti, aunque sólo puedo sentir ese aroma en abril.